Hacer un «training» (o unas practicas, como se dice en román paladino) suele ser el primer paso para un joven que pretenda trabajar en una agencia de publicidad. En mi caso realicé mi «noviciado» publicitario en la multinacional Lintas, agencia vinculada al grupo anglo-holandés Unilever (Lintas eran las siglas de Lever International Advertising Services), cuya filosofía como empresa impregnaba todas sus campañas.
Allí redacté mis primeros anuncios y empecé a conocer esa curiosa fauna profesional que constituyen los publicitarios. Por aquel entonces, era el Director Creativo Ejecutivo de la agencia un argentino alto y desgarbado apodado «el Flaco», que nada más llegar me puso a las ordenes Nicolás Hollander y Pedro Molino. Estos, a su vez, me enviaron al despacho que ocupaban el director de arte Javier Génova, su copy Ana Viveros y la siempre alocada Cristina Chereguini, una copy que andaba por allí suelta sin pareja creativa.
En ese abarrotado despacho aprendí mis primeros rudimentos en el arte de hacer anuncios. Fueron seis intensos meses que me sirvieron para conocer aunque fuese superficialmente el funcionamiento de una agencia, ver impresos mis primeros anuncios y empaparme de «cultura» publicitaria. Supe así de la inacabable guerra que creativos y ejecutivos de cuentas mantienen desde que se fundó la primera agencia y aprendí el útil repertorio de frases que todo buen creativo debe manejar con soltura para enfrentarse a los requerimientos de la gente de cuentas, a saber: «este briefing no sirve para nada», «no soy una máquina, necesito inspiración», «mañana tengo algo, te lo juro» o «voy a darle una vuelta más y te lo cuento».
En esta entrada podéis ver algunos de los textos que redacté estando en Lintas. Por cierto, durante los meses que estuve en la multinacional, no supe nada de ninguna fiesta ni apareció por allí modelo alguna.