Hace no mucho leí en una revista profesional dedicada a la publicidad que el colectivo de artistas Brandalism (neologismo inglés procedente de la fusión de «brand», marca, y «vandalism», vandalismo) había emprendido una campaña de comunicación para instar a los creativos británicos a que empleen su talento en causas sociales y medioambientales. La campaña fue instalada ilegalmente en el mobiliario urbano ubicado en los alrededores de agencias tan prestigiosas como Abbott Mead and Vickers BBDO, Ogilvy, TBWA o JWT, y en ella se pueden leer mensajes como «Estás vendiendo deseos. Tienes poder y responsabilidad moral. Nos encantaría hablar contigo» o «Necesitamos tus actitudes y tu pasión. No para vender chocolatinas Snickers o el último patrocinio de BP, sino para cambiar el mundo».