
Voy en el autobús, camino de mi trabajo. Como siempre, viajo enfrascado en la lectura de un libro. Estoy tan acostumbrado a leer en el Metro y el autobús que, habitualmente, las conversaciones de los demás pasajeros apenas logran sacarme de mi ensimismamiento. Sin embargo, esta mañana dos chillonas voces femeninas impiden que me concentre en la lectura. No veo las caras de las mujeres que conversan en el asiento de atrás pero por el timbre de sus voces no me cabe duda de que se trata de dos señoras muy mayores, septuagenarias como poco. Trato en vano de ignorar el sonido atiplado de sus voces, pero cuando advierto que su conversación deriva hacia el tema de la publicidad, abandono por completo la lucha y, en parte por resignación y en parte por interés profesional, comienzo a escuchar atentamente su charla.